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Tarija aún depende de la leña, pozos ciegos y quema de basura

Los datos del Censo de Población y Vivienda 2024 pintan un retrato de dos Tarijas. Una urbana, que avanza hacia la universalización de los servicios básicos, con electricidad casi total, agua mayormente dentro de la vivienda y gestión de residuos formal. Otra rural, que, si bien ha experimentado mejoras —especialmente en electrificación—, aún arrastra déficits críticos en acceso a agua segura dentro de la vivienda, saneamiento mediante alcantarillado y eliminación adecuada de basura.

La brecha no se ha cerrado, se ha transformado. Ya no es la ausencia total de servicios, sino la calidad y seguridad de los mismos. El desafío para las autoridades ya no es solo llevar la red eléctrica, sino asegurar que el agua que llega sea potable y constante, que los desechos humanos sean tratados de manera sanitaria y que la basura no termine quemada en el patio trasero de las comunidades.

La información reciente, deja entrever que la inversión en infraestructura rural debe ser prioritaria e inteligente para las nuevas autoridades, combinando soluciones convencionales (redes de alcantarillado donde sea viable) con tecnologías apropiadas y sostenibles (paneles solares, baños ecológicos, sistemas de cosecha de agua de lluvia y plantas de tratamiento de pequeña escala).

La información del Censo

Un análisis detallado de los datos censales de 2001, 2012 y 2024 revela una realidad fracturada: las zonas rurales enfrentan aún un déficit considerable, poniendo en evidencia una ralentización de desarrollo que condiciona la calidad de vida de miles de tarijeños.

El acceso a la energía eléctrica es el servicio que muestra la evolución más positiva. En 2024, el 96% de las viviendas de Tarija cuenta con este servicio, un salto grande desde el 69.2% registrado en 2001.

En el área urbana la cobertura es prácticamente universal (99.07%), logro que refleja inversiones sostenidas en infraestructura.

En el área rural, a pesar del avance –pasando de un 32.2% en 2001 a un 89.2% en 2024-, aún existe una brecha de casi 10 puntos porcentuales. Más de 5,360 viviendas rurales carecen de este servicio básico en pleno siglo XXI.

¿De dónde viene la energía? La revolución silenciosa de los paneles solares. Mientras en la ciudad la red pública abastece al 98.4% de las viviendas, en el campo la fuente es más diversa, la red pública representa 85.1% (un aumento significativo, pero aún por debajo de lo urbano); el panel solar es el 2.35%, esta tecnología, casi irrelevante en la ciudad (0.09%), se consolida como una solución para llevar energía a las comunidades más alejadas, demostrando la importancia de las energías alternativas en la política de cobertura universal.

Agua potable y saneamiento básico

El acceso al agua por cañería de red muestra mejoras, pero a un ritmo más lento y con una disparidad urbano-rural que se mantiene como un muro estructural.

El porcentaje de viviendas con cañería de red pasó del 75.5% en 2001 al 83.6% en 2024. Sin embargo, este crecimiento de 8 puntos en 23 años palidece frente al avance de la energía eléctrica.

En 2024, mientras el 90.5% de las viviendas urbanas tiene agua de red, en las rurales la cifra es de 68.3%. Aunque la rural ha crecido (era solo 45.9% en 2001), la diferencia de 22 puntos evidencia una deuda histórica.

En lo rural, el 5.8% de las viviendas aún se abastece de ríos, acequias o vertientes no protegidas, fuentes altamente susceptibles a la contaminación. Otras fuentes como pozos excavados (8.2%) y manantiales protegidos (4.7%) son comunes, indicando una dependencia de recursos hídricos locales que pueden ser insuficientes en época de sequía.

En cuanto a la distribución del agua, dentro y fuera de la vivienda, en el radio urbano, el 85.1% de las viviendas tiene agua por cañería dentro de la vivienda. Mientras en lo rural, solo el 48% tiene este privilegio, para el 35%, el grifo está fuera de la vivienda pero dentro del terreno, y para el 16.9%, no hay cañería de distribución, lo que implica acarreo y mayor esfuerzo, afectando a mujeres y niñas.

En lo que respecta a la población con acceso a fuente mejorada, la cobertura rural (88.8%) aún está 5.4 puntos por debajo de la urbana (94.2%).

La asignatura pendiente más crítica es la del saneamiento. La disponibilidad del baño refleja un avance, pero insuficiente, pues el porcentaje de viviendas sin baño se ha reducido drásticamente, del 26.4% en 2001 al 8.9% en 2024. No obstante, la diferencia entre lo urbano y rural es abismal, en la ciudad solo el 2.3% de las viviendas carece de baño, pero en el campo la cifra se dispara al 23.7%. Es decir, una de cada cuatro viviendas rurales no cuenta con un servicio sanitario.

Lo propio sucede con el servicio de alcantarillado, los indicadores muestran que en la ciudad el 78.1% de las viviendas está conectado a la red.

Sin embargo, en el área rural, la cobertura es de apenas 12.6%. La inmensa mayoría (87.4%) depende de soluciones individuales como pozos ciegos (53.96%) o cámaras sépticas (6.88%), sistemas que requieren mantenimiento y pueden contaminar acuíferos si no se manejan correctamente.

En cuanto a la población con saneamiento mejorado, se evidencia una evolución esperanzadora en el área rural, que incluso supera ligeramente a la urbana (78.3% vs. 77.1%). Esto sugiere que soluciones como cámaras sépticas y pozos de absorción, aunque no ideales, están siendo clasificadas como “mejoradas” y están masificándose.

Combustible para cocinar: Leña vs. Gas

El tipo de combustible usado para cocinar refleja patrones de vida y acceso a mercados. En al área urbana, existe dominio absoluto del gas (96.4% combinando garrafa y por cañería). El uso de leña es residual (1.2%).

Pero en lo rural, conviven dos realidades. El gas ha ganado terreno (59.6%), pero la leña se mantiene como un combustible esencial para el 39.2% de los hogares. Esto implica mayores riesgos respiratorios para las familias y presión sobre los recursos forestales.

Eliminación de Basura: Entre el carro y la quema

La gestión de residuos sólidos muestra la brecha más dramática en las prácticas cotidianas. El 82.5% de las viviendas urbanas cuenta con servicio de carro basurero. En el campo, solo el 22% tiene este servicio, la práctica predominante es quemar la basura (59.9%), un método contaminante y perjudicial para la salud, seguido de botarla en terrenos baldíos o enterrarla./El País

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